¿The founders?

Luis Beltrán Guerra G.

Por: Luis Beltrán Guerra G. - 07/04/2025


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A los Estados Unidos se le miró, mira y se le seguirá mirando con admiración y respeto. A la fecha se sigue justificando la revolución adelantada en el Siglo XVIII para poner término a que sus “colonias” prosiguieran bajo el dominio del “Vasto Imperio Británico”, el cual controlaba un cuarto del territorio mundial y un porcentaje similar de la población planetaria. Se escribe, con razón, que ha sido “el imperio de mayor larga vida hasta nuestros días”.

A la gesta se elogia por haber logrado el cometido de “The founders” y que haya sido una sola “revolución” y no una cada mes, como, por ejemplo, en America Latina, cuya gente anhela que no prosigan, sino que más bien terminen. El venezolano Ángel Bernardo Viso lo plantea con seriedad en su libro “Las revoluciones terribles”. Y no únicamente el destacado profesor de leyes, pues otros analistas, también, lo afirman.

Los Padres Fundadores Abigail Adams, John Adams, Samuel Adams, Benjamin Franklin, Alexander Hamilton, Thomas Jefferson, James Madison, George Washington han de morar orgullosos de la significativa tarea que cumplieron. Desde la lejanía miran su obra y alegres manifiestan “lo logramos”. Por supuesto, allá en la incertidumbre a la cual la muerte nos conduce, no se cansan de rezar para que los EEUU no se descomponga. Y lo vienen haciendo por un poco menos de 249 años. El pueblo americano, a la fecha 346.814.368 habitantes, sumados aquellos por el “ius sanguinis como el solis”. Ante la ratio de “los fundadores” y de “la heroica faena”, el mundo no ha dejado de admirar la proeza, indagando con respecto a las razones. Para la mayoría, como se escribe, pasarían por “las insalvables diferencias entre Gran Bretaña y las 13 colonias, Virginia, Massachussets, New Hampshire, Maryland, Connecticut, Rhode Island, Delaware, Carolina del Norte, Carolina del Sur, New Jersey, New York, Pensilvania y Georgia, identificadas para entonces como “asentamientos” ingleses.

Ha de tomarse en cuenta que no tan concomitantemente, pero si en el contexto histórico, bastantes vecinas la una a la otra, los franceses se entusiasman, también, con una revolución, considerada como “el acontecimiento sociopolítico que marcó el inicio de la época contemporánea en Europa”. Pertinente es preguntarse si las condicionantes fueron similares a “la americana”, pues la primera es consecuencia de la falta de libertades individuales, la pobreza extrema y la desigualdad durante el reinado de Luis XVI y María Antonieta. Pero también el clero y la aristocracia gobernaban despóticamente y sin límites. El Rey tomaba decisiones arbitrarias, creaba impuestos nuevos, disponía de los bienes de sus súbditos y tenía la potestad de declarar la guerra y firmar la paz. Fue un hecho que conmocionó al mundo entero y sus postulados se extenderían por todos los rincones del planeta, despertando probables imitaciones. Es de recordar que el monarca fue guillotinado el 21 de enero de 1793 y la Reina 9 meses después, los dos en la plaza de la Revolución, lugar emblemático para una “decapitación eficiente” a la usanza de la época, pero la cual se morigeró en algo al sustituirse “el hacha tradicional por una “lama”. El corte del cuello era más rápido y con menos alboroto sanguinolento. Por cierto, la muerte con hachón condujo al diputado Joseph Guillotin, de la propia “Asamblea Constituyente Revolucionaria”, a proponer “el método guillotino” (cortar, seccionar, descabezar). ¿La justificación? “evitar sufrimientos infructuosos al condenado”. Del apellido Guillotin derivó la palabra “guillotina”. El diputado, pues, acudiendo a la ironía, resultó galardonado.

Este ensayo a la luz de las consideraciones expuestas, no puede dejar de lado el contraste entre las dos revoluciones, determinantes para EEUU y Francia, con aquellas que ocurrieron en diferentes partes del mundo, entre ellas, en America Latina. Las consideraciones con respecto a Brasil, Argentina, Chile, Venezuela, Perú, Ecuador, Bolivia, Uruguay y Paraguay exhiben resultados no enteramente satisfactorios. Por el contrario, problemáticos y reveladores de caos, no obstante, que hemos transitado metodologías formalmente similares a aquellos países. La historia de los últimos impregnada de “movimientos de protesta”, un desafío a lo que la gente estima que merece. Los analisis en números unos cuantos, entre ellos, a manera de ejemplo el de “Gobernanza democrática, gobernanza efectiva y desigualdad en América Latina”, acopiándose que “por más de dos décadas de gobiernos democráticos en la región las desigualdades persisten en la mayoría de los países. La urgencia por políticas públicas generadoras de cambios positivos en las personas ha llevado a una creciente pérdida de confianza en la democracia que sumada a una progresiva polarización, impulsan una tendencia favorable a gobiernos autoritarios – 54 % de los ciudadanos tolerarían un régimen autoritario si este resolviera sus urgencias, contexto que ha impulsado a preguntarse: 1. ¿Cuánta desigualdad puede tolerar una democracia? Y 2. ¿Estará la última en la fase final para quedar proscrita? Las dos interrogantes, son, sin duda, lógicas.

Las lecturas exhiben alternativas, coadyuvando a que nos preguntemos porqué moramos en esta incertidumbre. Se lee que en la esencia misma de “la política” está la lucha por dominar la fuerza, controlarla, trazarle limites, moderar los enfrentamientos y reducir la violencia a su mínima expresión, pues pertenece a la esencia misma de la guerra (Aníbal Romero, Simón Bolívar, Caracas, 1999). Pareciera, por tanto, legítimo preguntarse si en Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador y Bolivia, el “docto” venezolano dejó sembrado en nuestras mentes a “la guerra” como la opción determinante para la paz y el progreso. La respuesta la ofrece el citado académico: 1. El libertador diferenció explícitamente la naturaleza de la guerra de la política, 2. Analizó las peculiaridades propias de aquella como fenómeno político, sin descartar su potencialidad instrumental y 3. Percibió las circunstancias especiales de la adelantada emancipación, así como las tendencias destructivas en lo material y político, esforzándose por controlarla y regularla. Bolívar mantuvo una adecuada coherencia en su propósito de canalizar la inevitable violencia guerrera en el contexto de un proyecto político, de acuerdo a su visión de la misión de un estadista. ¿Nos habrá dejado el Libertador la anarquía que nos tipifica? Pregunta pertinente. Para el profesor “la guerra de emancipación no debía resultar en un preludio a la anarquía, sino transformarse en el vehículo de expresión de las aspiraciones nacionalistas de los diversos sectores que componían la sociedad, de su voluntad de convivir, unidos, dentro de una nación libre. Estimar como loable que la guerra adelantada por Bolívar para liberarnos de una monarquía tendría plena justificación, más no la intestina calificable como determinante en nuestras desgracias. En principio, estimamos que el profesor al referirse a “la política” en la estrategia de Bolívar, considerando al “arte y ciencia de gobernar” que adelantaría en “la postguerra”, en la cual, lamentablemente, hemos sido víctima de nuestras propias “falencias”. Preguntarse por qué ha ocurrido es todavía objeto de analisis y de perturbación en lo atinente al establecimiento de regímenes democráticos eficientes. Un analisis serio en lo relativo a la problemática y las incógnitas lo hace Manuel Caballero, Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia: “Sobre la base del combate por la historia y contra el intento de abolirla por un “catecismo patriotero”, el autor ha reunido algunas de sus reflexiones mas significativas sobre el tema, casi todas las cuales permanecían inéditas o dispersas (“Contra la abolición de la historia”, Editorial Alfa, Caracas, 2008).

La ansiedad ante el “porqué” ha inducido en procura de presuntas causas, a apreciaciones concernientes hasta a “la conformación genética” (Bolívar de carne y hueso, analisis psiquiátrico del Libertador, del venezolano Francisco Herrera Luque), pero también a la “España conquistadora” (Viajeros de Indias, del mismo siquiatra), y hasta a los indígenas moradores en la época colonial, para más de uno consecuencia del “estado de ánimo en que se ha desvanecido la esperanza” de edificar países prósperos, lo que obliga a la amenaza de que a más de uno agotado por la espera, no le importe que la democracia sucumba. Un continente de “proliferación de textos constitucionales”, los cuales no se observan, pero prosiguen vendiéndose como panaceas, por lo que su número y páginas suenan como plegarias imaginarias. Todo se ha propuesto, entre ello, el denominado “estado mínimo”, título que no deja de ser presuntuoso. Daniel Innerarity, profesor en La Sorbona, expresa su queja: “El actual pasaje político se ha llenado de una decepción generalizada que ya no se refiere a algo concreto sino a una situación en general. Y ya sabemos que cuando el malestar se vuelve difuso provoca perplejidad. Nos irrita un estado de cosas que no puede contar con nuestra aprobación, pero todavía más no saber como identificar ese malestar, a quién hacerle culpable de ello y confiar el cambio de dicha situación” (Política para perplejos, 2018). Si así está la humanidad, diera la impresión de que las expectativas de “los continentes en desarrollo” están a merced de “la divinidad”.

Este aprendiz de ensayista, quien no deja de formar parte del desencanto, en la tarea de lo que en este papel escribe se encontró con el ya viejo libro “The Seven Spiritual Laws of Success”, de Deepak Chopra, estimando que ante tanta especulación no seria mala idea repasar las referidas 7 leyes: 1. La de la potencialidad pura, 2. La de la generosidad, 3. La del karma, 4. La del esfuerzo mínimo, 5. La de la intención y el deseo, 6. La del desapego y 7. La del “Dharma” o propósito en la vida. Adicionamos que el autor ayuda bastante, pues explica la metodología para la aplicación de los 7 preceptos (La mencion: “Aplicando la ley del karma o causa y efecto”).

Esta actitud es mucho mas favorable que la de Juan Rivas, personaje principal en nuestro libro “El Repitiente” (Cyngular, Caracas, 2015), quién ante el agudo pesimismo que experimenta dado “el desastre” opta por no cumplir mas años. Mas bien permanecer estático en el 1992, convencido que los siguientes serán iguales o tal vez peores. Martinez decidió, ademas, no perder el tiempo buscando “Founders” en los señalados territorios, por estar convencido de “no haberlos”.

El lector tiene la palabra.

Comentarios bienvenidos.

LuisBGuerra

Ideas al final

Hasta que personajes |que protagonistas de textos escritos terminan frustrados lo cual los induce a buscar un mejor destino en el desarrollo. Migrantes en EEUU y en Europa… Juan Rivas el repitiente also política para perplejos, Deepak Chopra. The seven, LA tragedia del genaralismo, Bolivar de Carne y Hueso


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