Las purgas en el totalitarismo castrista

Pedro Corzo

Por: Pedro Corzo - 18/12/2024

Columnista invitado.
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Se comenta con insistencia que el régimen que encabeza en Cuba, al menos en el papel, el inepto Miguel Diaz-Canel está inmerso en una limpieza de funcionarios que no ofrecen garantías de continuidad al totalitarismo. Los defenestrados son muchos y, según parece indicar, la lista crecerá.

Periódicamente los regímenes de fuerza recurren a la separación de sus oficiales, no porque cometan algún crimen —todos son delincuentes—, sino porque han dejado de contar con la confianza del jerarca supremo, el aval más importante para integrar esos Gobiernos.

En Cuba las primeras purgas se produjeron en los remanentes del proceso insurreccional. En julio de 1959, Fidel Castro propinó un golpe de Estado al presidente nominal Manuel Urrutia Lleó; luego, hubo la destitución y encarcelamiento del comandante Huber Matos y sus hombres, seguido por la limpieza de personalidades no tan notables, hasta el proceso de la microfracción.

Meses después de que Fidel Castro declarara, en 1961, que la revolución era comunista —lo había negado enfáticamente en los primeros años de la victoria insurreccional—, se produjo la primera gran purga en el marco de las Organizaciones Revolucionarias Integradas, ORI, con la destitución, en 1962, de Aníbal Escalante, dirigente del Partido Socialista Popular. Esta situación se repitió en 1966-68, como escribiera mi admirado colega y amigo Luis Cino, en la acción judicial más grande contra los comunistas en la historia de Cuba, y esto no ocurrió bajo los mandatos de Gerardo Machado o Fulgencio Batista, sino bajo la autoridad omnímoda de Fidel Castro.

La microfracción fue muy útil al máximo líder porque envió al Kremlin un rotundo mensaje de quien era el amo del juego. Moscú rompió con sus súbditos históricos del Partido Socialista Popular y se alió a un advenedizo que le garantizaba una nueva y más efectiva servidumbre.

Lo de la microfracción fue un gran escándalo en el que Raúl Castro sirvió de acusador principal. Los indiciados, más de una treintena, fueron condenados a diferentes penas de cárcel, entre ellos, un hombre que tomó conciencia, como pocos, del daño que el nuevo régimen causaría a los cubanos, Ricardo Bofill Pagés, quien años más tarde y en prisión, sembraría las bases para promover novedosas formas de lucha contra el totalitarismo.

Las constantes pugnas dentro del castrismo, genuinas peleas de lobos, condujeron a la destitución en 1968 de Ramiro Valdés, el otrora todopoderoso y sanguinario ministro del Interior. Según informaciones de la época, por rivalidad con Raúl, el hermano del faraón. No obstante, “Ramirito” era insustituible en su rol de verdugo, razón por la cual nunca ha dejado de estar en la primera fila del poder.

Es apropiado reconocer que la purga más sangrienta del castrismo, sin alusión a las numerosas e inexplicables muertes de generales y doctores ocurridas en los últimos años, fue la ocurrida en 1989 en la que resultaron condenados a muerte y fusilados el general Arnaldo Ochoa y tres altos oficiales de los cuerpos armados, Antonio de la Guardia, Jorge Martínez y Amado Padrón Trujillo, además de la sentencia a prisión a otros implicados en el proceso.

Una secuela conocida de este proceso fue la muerte de Jose Abrahantes, un gran sicario del castrismo que cumplía 20 años de cárcel. Según denuncias al antiguo funcionario le indujeron un infarto.

Las purgas políticas están estrechamente relacionadas con la inseguridad que sufre la cúpula de Gobierno y son tan sangrientas como el miedo que la embarga. Por eso, el inepto Miguel Diaz-Canel, en los últimos meses, ha defenestrado a varios sujetos importantes del Gobierno y del partido.

Una figura clave del régimen fue el ex ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, destituido en febrero y acusado posteriormente de corrupción. Sin embargo, la destitución más importante jerárquicamente, ha sido la del vice primer ministro Jose Luis Perdomo Di-Lella, un hombre joven, con vasta experiencia gubernamental, que se consideraba un potencial candidato del domo castrista para ser presidente en el 2028, si es que el régimen sobrevive hasta esa fecha, porque el corcho sobre el que se ha sostenido todos estos años también parece que está haciendo aguas.


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