Por: Hugo Marcelo Balderrama - 25/11/2024
Columnista invitado.Statista Research Departmen, para el pasado 2023, estimó que 65,1 millones de habitantes en Estados Unidos eran de origen hispano. Convirtiendo a los hispanos en uno de los grupos étnicos más numerosos e importantes del país.
De ese grupo, el 85% proviene de familias cuyas condiciones económicas en sus países de origen rayaban en la pobreza extrema. Sin embargo, ese mismo porcentaje expresa su descontento con el estilo de vida estadounidense: Es una sociedad centrada en el trabajo sin casi tiempo para la diversión, suele ser el reclamo más común de muchos hispanos.
Note la paradoja, salen, prácticamente, de la miseria, se incorporan a la clase media norteamericana, que significa tener más de un coche y una casa cómoda, pero se quejan porque Estados Unidos no es como les gustaría que fuera: un eterno carnaval.
Axel Kaiser suele describir ese fenómeno como Ethos Populista. Básicamente, la necesidad, casi patológica, de ser siempre la víctima, incluso sin serlo. De ahí que, aun en condiciones de bienestar material, los hispanoamericanos tengan que jugar la carta de la victimización. Algo tipo: En nuestros países teníamos más tiempo para la pachanga, la rumba y la joda.
Pero el Ethos Populista también alimenta otro de los sentimientos humanos más bajo: La envidia. El hispano, en la gran mayoría de las veces, suele creer que redistribuir la riqueza desde los más ricos a los más necesitados es la mejor manera de construir naciones más prósperas. Entre una sociedad sin ricos y una sin pobres, prefiere la primera.
Así entonces, cualquier charlatán que quiera hacerse con el poder solamente tiene que ofrecer dos cosas: 1) Perjudicar a los ricos, y 2) Prometer que compartirá los frutos de sus actos con los «pobres».
Llevamos décadas de practicar ese nefasto experimento, siempre con los mismos resultados de pobreza extrema y sistemas dictatoriales, no obstante, estamos dispuestos a volverlo a intentar. Es muy triste, pero en países como mi natal Bolivia ser corrupto, vago, inculto, mal padre y mediocre es fácilmente disculpable. Lo que jamás te perdonan es que seas un emprendedor exitoso y una persona culta.
Paradójicamente, esta falta de cultura política siempre deviene en sistemas que engendran una casta de superricos, pero no producto de sus habilidades empresariales o comerciales, sino gracias a la corrupción y el abuso de poder. Cristina Fernández, Hugo Chávez, Fidel Castro, Rafael Correa y Evo Morales son ejemplos claros de como personas inmorales, incultas y cuya única habilidad es el crimen pueden asaltar el patrimonio de naciones enteras, pero que además pueden mantenerse en la cima liquidando a quienes se le oponen, sin importar que sean de su mismo bando.
¿Qué podemos hacer?
Estoy plenamente consciente que es imposible cambiar la cultura de las naciones, pero podemos empezar por los círculos más íntimos e importantes, por ejemplo, nuestras familias.
Aproveche cualquier espacio para explicarle a sus hijos que la libertad y el capitalismo son pilares importantes para nuestras vidas. La primera nos permite elegir que camino queremos recorrer. El segundo es el único sistema que nos garantiza productividad, salarios dignos y oportunidades para salir de la pobreza. Que esperar que el Estado solucione problemas es, en realidad, el mayor de nuestros problemas. Que cuidar el cuerpo y cultivar la mente son las mayores muestras de amor propio. Que la democracia no se limita a emitir el voto el día de las elecciones, sino que requiere un compromiso ciudadano permanente. Que la cultura política importa, y mucho.
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