Por: Hugo Marcelo Balderrama - 16/12/2024
Columnista invitado.Tenemos que reconocer algo: La izquierda es la maestra en la construcción de narrativas mentirosas y cuentos engañosos. Un claro ejemplo de eso, son todos los colectivos que crearon a partir de la Tricontinental del año 1968 y del Foro de Sao Paulo de inicios de la década del 90.
Sin la menor vergüenza, dejaron de fusilar homosexuales para encabezar las marchas LGTB. Tampoco les molestó que Ernesto Guevara, El Che, pase a ser un emblema en las marchas feministas, cuando en su vida privada abusó sexualmente de sus empleadas, una de ellas una anciana de más de 70 años. Además, fue el propio Guevara que dijo: «Los indios bolivianos son como animales», algo que no les importa a quienes usan su fotografía como fetiche de los movimientos indigenistas.
Acá es válida una interrogante: ¿El indigenismo es, realmente, una manera de reivindicar a los pueblos originarios de Hispanoamérica?
En Bolivia tenemos antecedentes del indigenismo salidos de la pluma de Fausto Reinaga, quien, con una retórica muy similar al racismo de los nazis, hablaba de la necesidad de «liberar» al indio del individualismo de Occidente. A nivel de la región, las declaraciones de Barbados, promulgadas entre 1970 y 1990, aunque usando un lenguaje más sibilino, dicen exactamente lo mismo.
En este punto, vale otra pregunta: ¿En pleno 2024, podemos afirmar la existencia de pueblos originarios en Hispanoamérica?
Para que yo, un simple escritor y profesor boliviano, esté redactando estas líneas en este momento, léalo bien, tuvieron que reproducirse 6824 personas desde 1492, que es el año de la llegada de España a América.
Asimismo, la mayoría de las personas pueden rastrear su árbol genealógico como máximo tres o cuatro generaciones atrás. Sin embargo, gracias al análisis genotípico una mirada hacia milenios largamente olvidados es posible. Es decir, que nadie puede reclamar ser un individuo de sangre exclusivamente aborigen porque eso es, básicamente, una imposibilidad estadística y biológica.
En cuanto a temas culturales, le tengo una noticia, somos hispanos, pues no se entiende nuestro día a día sin la influencia de España, empezando por cosas tan básicas como el idioma y la gastronomía. Al respecto, Carlos Rangel, en su libro: Del buen salvaje al buen revolucionario, explica que fueron los españoles quienes trajeron el cerdo, la vaca, la gallina, los corderos y los caballos a América, creo que no es necesario señalar que son las proteínas que se consumen en la totalidad de los platillos de Hispanoamérica.
Ergo, si el indigenismo no es más que una suma de falacias y sofismas, y nadie puede reclamar ser un indígena de raza pura, sus planteamientos y reclamos no tienen validez real. No obstante, fueron usados para otra cosa: Camuflar y justificar los crímenes de personajes como Evo Morales, Álvaro García Linera y Felipe Quispe (El Mallku).
De hecho, el indigenismo pegó tan fuerte, que personajes de la «oposición» boliviana no se atreven a calificar a Felipe Quispe como lo que fue: un criminal. Por ejemplo, Jorge Quiroga, con motivo del fallecimiento de Quispe en enero del 2021, en su cuenta de X, publicó lo siguiente: «El Mallku fue el líder aimara más relevante de las últimas décadas que defendía sus ideas con intransigente firmeza, dialogaba y cumplía compromisos asumidos».
En conclusión, el indigenismo ha disfrazado de etnias imaginarias a pandilleros, narcos y sicarios. No son indígenas, son hampones.
«Las opiniones aquí publicadas son responsabilidad absoluta de su autor».