Elegir a conciencia, un deber de todos

Pedro Corzo

Por: Pedro Corzo - 17/07/2024

Columnista invitado.
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El incansable tiempo nos aproxima cada día más a la fecha en la que debamos escoger al nuevo presidente de esta nación. Siempre es una selección difícil y complicada y cuando el mundo se convulsiona como en el presente, la tarea es más ardua.

Para mí nunca ha sido fácil elegir a un servidor público y muchos menos al presidente, quizás, porque fue un privilegio al que accedí bien pasado los cincuenta años y lo asumo con mucha responsabilidad. En Cuba, nunca tuve esa oportunidad, el totalitarismo castrista ha sido muy eficiente en coartar ese derecho al igual que todos los demás.

Elegir servidores públicos nos confiere una gran responsabilidad, motivo por el cual debemos informarnos cuidadosamente de nuestras opciones. Votar por la apariencia física de un candidato, por la simpatía que genera, color de piel, sexo, origen nacional o religión, es un grave error. Se debe elegir al más capaz y a quien mejor historial de servicio público pueda mostrar a sus electores.

Por su parte, los electores deben ser ciudadanos probos. Personas que respeten la ley, que cumplan sus obligaciones cívicas. La prerrogativa universal de que para elegir una dirigencia política se debe ser nacional del país en elección, es un mandato más que necesario, el elector debe estar identificado con la nación en su conjunto y no ser ajeno a los compromisos de esta.

La política es una actividad clave en la sociedad. Ningún ciudadano debe ser ajeno a la misma, estar de espaldas a esa vital gestión pública, conduce irremediablemente a la perdida de los derechos ciudadanos que es el final de la vida en democracia. Cierto que la Ley y el Orden son el pilar básico de la convivencia, pero solo la gestión democrática permite que esas dos condiciones revistan la equidad necesaria y la preservación del disfrute de la Libertad.

Las campañas políticas deberían ser conducidas con mayor responsabilidad al igual que los ciudadanos asistidos con el privilegio de elegir, deberían prestarle más atención a las leyes electorales y a las autoridades de ese sector. No es una gestión trivial elegir a una persona.

Lo que ha venido aconteciendo con las jurisdicciones electorales venezolanas, bolivianas y nicaragüenses ha permitido a esos regímenes legitimar el fraude, una tentación a los que los burócratas de cualquier latitud pueden ser sujetos, de ahí, que debamos reclamar reglas bien claras y universales en la que ninguna facción pueda tener ventajas e inflar a su antojo y conveniencia el registro electoral como ha ocurrido en los países mencionados, sin que sean los únicos.

Elegir al presidente de Estados Unidos es una acción importante. El mandatario estadounidense tiene un cumulo de responsabilidades que van mucho más allá de las fronteras de esta nación, en consecuencia, sus electores, contraen la responsabilidad de haber optado por un individuo que va a tomas decisiones importantes que trascenderán nuestras confines y potencialmente, afectar condiciones de vida de personas que no conocemos.

La democracia representativa con todas sus imperfecciones nos da la oportunidad de elegir a nuestros gobernantes, una prerrogativa que no distingue a muchos países, mientras, en otras naciones, no pasa de ser una ficción como acontece en Rusia, China e Irán por mencionar tres estados autoritarios en los que los ciudadanos fingen elegir y los gobiernos dirigen la farsa.

Cierto que en los estados democráticos las elecciones no suelen ser perfectas. Puede haber manipulación, maquinarias electorales que no respetan los derechos de los otros, malos manejos y hasta corrupción en el ejercicio electoral, lo que nos obliga a estar alerta y prestos para la defensa de nuestros derechos. Dejar que malos ciudadanos contaminen las elecciones. es igual que permitir que los ladrones ingresen a nuestras casas y la destruyan a su antojo.

El acto de votar cuando se efectúa en un marco de pluralismo político, en secreto, en un ambiente de completa transparencia y libre de coacción, es, a pesar de sus probables faltas, el mejor método para elegir a nuestros gobernantes. Cierto que nos pueden defraudar por su mala gestión, de ahí la importancia de conservar la capacidad de sustituirlo en una nueva elección.


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