GOLPES DE CUARTEL, ESTADO, LEGISLATIVO Y DE DECENCIA
“Para inducir una fractura militar… y se materialice un quiebre, es indispensable… un hecho de fuerza, que permita a los militares tomar partido…”
“Para inducir una fractura militar… y se materialice un quiebre, es indispensable… un hecho de fuerza, que permita a los militares tomar partido…”
La pandemia saca a relucir de manera contundente las fortalezas y debilidades de las diferentes sociedades. Las tragedias no perdonan. No hay cómo darle el “spin” ni para arriba ni para abajo. Es despiadada la manera como sacan a la superficie lo bueno y lo malo de las actuaciones y procesos. La transparencia es absoluta. Se necesitan acontecimientos traumáticos o de gran importancia para poder observar la desnudez de nuestros estamentos, en todo su esplendor o en toda su miseria. El COVID 19 es una muestra descarnada de esta realidad.
Alrededor de 1970, se hizo una encuesta en un grupo de high schools de los Estados Unidos, sobre el sentido ético de los jóvenes estudiantes. La encuesta tomaba como base la ética kantiana y sus exigencias. El resultado de la encuesta decía que las mujeres tenían mucho menor preocupación ética que los varones, y así se consideró durante mucho tiempo. Pero en 1982, Carol Gilligan publicó “In a different voice”, planteando el error de esa imagen. No era, sostenía, que las mujeres tuvieran una menor preocupación ética que los hombres, sino que existía una “ética femenina” diferente y que esos valores eran los que sostenían las mujeres. Por su parte, Angela Merkel se ha convertido en un líder mundial indiscutido y su manejo de la pandemia contrasta con sus colegas de EEUU, Brasil, Inglaterra y otros países en entredicho. ¿Casualidad o lecciones para aprender?
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