Bernie Sanders y el “síndrome del progre”
El “síndrome del progre” consiste en la relativización enfermiza del juicio crítico cuando se juzga algún fenómeno social en el que quepa una visión socialistoide. Pablo Iglesias en España. No ignora que el Irán de los ayatolás es una teocracia asesina y la Venezuela de Chávez y Maduro una corrupta narcotiranía manejada desde Cuba, pero les sirven para su juego político y como fuente de financiamiento y olvida la esencia del asunto. El problema de Bernie Sanders no es que se hubiera entusiasmado con la revolución cubana en 1959. El problema es su equivalencia moral entre los miles de presos políticos y fusilados, y las campañas de alfabetización y la extensión de la sanidad para el conjunto de la sociedad. Con maestros como “los cubanos” enseguida llegó la barbarie, la represión, la escasez y la inflación. Era inevitable. A mediados de la década de los ochenta ya eran cuatro mil los presos políticos. A Sanders no le importaba. A las dos décadas Sanders reincidió en el amor revolucionario. Es probable que el “síndrome del progre” no tenga cura. El Bernie Sanders que hoy es el precandidato demócrata es el mismo de siempre. El de 1959 en La Habana. El de 1979 en Managua. El de 1999 en Caracas. No cambia. Donald Trump se frota las manos.