Puerto Rico y la crisis bajo la superficie
Fue un espectáculo inusual. Las manifestaciones populares forzaron la renuncia de Ricardo Rosselló, gobernador de Puerto Rico. Sin embargo, el núcleo central del conflicto permanece intacto. Aparentemente, las razones de este episodio tienen que ver con la corrupción del gobierno, pero esa no es toda la verdad. Esa es la superficie. Debajo, como un fantasma del siglo XIX, yace el problema del estatus: independencia, autonomía o estadidad plena. Unas veces las elecciones las ganan los “populares” y otras los “estadistas”. Hace 50 años sólo ganaban los autonomistas. El golpe definitivo contra los independentistas puertorriqueños lo asestó el Congreso de Estados Unidos. En 1917, les otorgó la ciudadanía norteamericana a todos los boricuas nacidos o por nacer en la Isla. Ninguno de estos datos objetivos niega los inmensos problemas que tiene la sociedad puertorriqueña: el consumo de drogas, la violencia relacionada con este flagelo, la enorme deuda externa o el tamaño proporcionalmente gigantesco de su sector público. ¿Qué ocurrirá, en definitiva, a partir de la renuncia de Rosselló? Pues nada. Todo seguirá igual hasta que, dentro de muchos años, el número de estadistas sobrepase con creces a los autonomistas y pidan decididamente la incorporación a Estados Unidos. Esa es la tendencia observable.